Marta y Germán, cada uno en su parcela, son los responsables del blog de viajes Rojo Cangrejo; un blog de viajes que, además de prácticos consejos, bellas fotografías e interesantes artículos, hace gala de un extraordinario y bienvenido sentido del humor, como se puede deducir por su propio nombre. De hecho, podemos afirmar que ésta ha sido una de las entrevistas más divertidas hechas en Halcón Viajes.
Me llamo Marta Goikoetxea Luquin, nací en Estella (Navarra) el de 6 de Julio de 1984; aunque aparente doce, mi DNI dice que este año cumplo treinta y una primaveras. Germán Oronoz Arbide, veinticinco años, donostiarra, es el friki que me ayuda con la parte técnica de Rojo Cangrejo, programación y fotografía.
¡La verdad es que no puedo definirme profesionalmente con una sola palabra!. Hoy en día parece que todos nos tenemos que encasillar en una profesión y especializarnos sólo en eso. Yo no estoy de acuerdo, me gustan muchas disciplinas y a ratos me siento historiadora (estudios que cursé en la universidad), a veces arqueóloga (durante varios años he trabajado como tal), en ocasiones guía y últimamente diseñadora/analista/SEO (ya que creé una empresa sobre estos temas hace un par de años junto a Germán). Como podéis ver ¡un buen popurrí!.
Guía cultural es esa persona que te acompaña pateando la ciudad que estás visitando con micro en mano (en la mejor de las ocasiones y en la mayoría desgañitándose la voz), explicándote su historia, así como las aventuras y desventuras de sus habitantes a lo largo de los años. Durante la carrera estuve unos meses como guía en mi ciudad y al terminar la universidad me dediqué a explicar Pamplona a todos los viajeros que se acercaban por allí.
Siempre estoy leyendo blogs de viajes, unas veces buscando inspiración, otras información concreta sobre un destino que voy a visitar y en la mayoría de las ocasiones por puro placer. Hasta hace unos meses era una viajera adicta a los blogs de viajes peeeero sin blog propio, hasta que un día me dije a mí misma: “Qué leches, Marta, ¿por qué no cuentas tu forma de ver el mundo a la gente”?.
Siempre he viajado; desde pequeña, cada fin de semana, en mi casa tocaba visitar un destino nuevo junto a todos mis primos y tíos; así que, podría decir que lo llevo en la sangre. Con los años cambié los destinos cercanos por los muy lejanos y mi novio fue el culpable de que abandonase mi querido maletón de doscientos cincuenta kilos (en el que llevaba TODOS los “por si acasos” posibles) por una mochila de cuatro kilos, más que suficiente para recorrer el mundo y con la que me he quitado muchos prejuicios.
Me gustan las cosas bien hechas, que todo aquel valiente que me lea, vea las fotos y piense: “No me puedo morir sin ver este lugar”. Y para eso tengo a un artista a mi lado, Germán, que hace el reportaje fotográfico para Rojo Cangrejo.
Lo de escribir… nunca lo había pensado en serio. Comencé escribiendo de forma correcta, seria, como se supone que se debe escribir… pero me aburría a mi misma como una ostra, así que decidí hacerlo como si le contase las cosas a una amiga, menos fechas y reyes y más sensaciones y experiencias.
Jajaja, la verdad que cada año me pongo roja como un cangrejo, soy un poco desastre (mamá, si lees esto no hagas caso, siempre me pongo crema). Temas solares aparte ¿quién no se ha puesto alguna vez rojo como un cangrejo en una situación embarazosa o vergonzosa? Aunque no lo parezca, soy bastante tímida y para el blog quería buscar un nombre que:
Pues muy a mi pesar no. Cuando empecé con el blog el logotipo era otro diferente. Me encanta dibujar y lo hago desde niña, así que diseñé un cangrejo bien chulo, pero no me terminaba de convencer… Quería hacer el blog más humano, mostrar mi personalidad no sólo con la escritura, sino a través de algo más gráfico pero sin poner mi jeto en cada foto. Dándole vueltas, me planteé ilustrar con mis manitas cada artículo, pero el trabajo que suponía era descomunal si pretendía escribir un artículo semanal, así que busqué recursos y encontré un programa que me permitía crear mi propio personaje a imagen y semejanza; no me lo pensé dos veces. Las fuentes, como en CSI, no las revelo 😉
Me gusta viajar a lugares menos conocidos, que no sean el típico sota, caballo, rey; lugares que me sorprendan por lo diferentes que son a todo lo que conozco. Aunque no nos vamos a engañar, me da igual chicha que limoná y me pongo como loca de contenta con cualquier viaje, a seis mil kilómetros de casa o a doscientos. Creo que esto es una enfermedad imposible de curar: viajerismo crónico.
Uffff, creo que esta pregunta es muy difícil de responder: he salido de mi propia caverna de Platón un poquito ¡pero no mucho!. Creo que a los cien años, poco antes de morir, podré hacer un listado real sobre mis lugares preferidos. Si tengo que elegir entre los lugares que he tenido la suerte de conocer, me quedo con tres: Creta: por su luz, su historia, sus aguas, su comida y el reggae life de su gente; Bhaktapur en Nepal, un lugar que te teletransportaba al pasado aunque, lamentablemente, mucho de ese patrimonio espectacular ha desaparecido tras el terremoto; y Varanasi, en India, porque no es el típico sitio precioso en el que se te abre la boca como un buzón por su arquitectura o su naturaleza pero, desde luego, es uno de los lugares del mundo que más te puede marcar, desesperar y hacer que se rompan tus prejuicios. En esta ciudad de locos, el ser humano es el protagonista de TODO.
No próximamente, porque la lista de lugares que quiero visitar es muy larga, pero sí alguna vez en la vida. Hay países que requieren “ser digeridos” como es el caso de India; lo más probable que digas al regresar es: “no vuelvo ni loco”, pero esta percepción cambia con los meses y los posos que te deja en la cabeza… no los cambio por nada del mundo. Malas experiencias siempre se tienen pero igual que si no sales en la vida de tu pueblo o ciudad. Hay que viajar con humor, reírte de los contratiempos y no intentar que cada paso del viaje salga como en tu mente estaba planeado.
¿La vuelta al mundo cuenta como uno?. Ese sería mi viaje soñado, viajar sin fechas ni prisas.
Hasta hace tres años siempre con maletón, ahora, no me despego de mi mochila de cuarenta litros. En cuanto al medio de transporte… ¡el que toque!, avión, autobús, tren o carromato; aunque he de confesar que no soy muy amiga de los pájaros de hierro, cada vez que me monto en un avión, me cago, pero sarna con gusto no pica (o eso dicen). Siempre viajo acompañada, normalmente con Germán, nos complementamos bien: yo organizo y él disfruta. Bromas aparte, me gusta viajar acompañada porque como cuenta la película Hacia rutas salvajes, la felicidad sólo es felicidad cuando es compartida.
Si el bolsillo lo permite, este verano nos iremos a Turquía para recorrer el antiguo Imperio Otomano con mochila y descubrir si los turcos también comen kebab. Por supuesto os lo contaremos en Rojo Cangrejo.