Un anillo familiar, una piedra preciosa, un objeto en el que confiamos… ¿Quién no ha tenido alguna vez un amuleto de la suerte del que jamás se separaría?
Si hablamos sobre el origen de las galletas de la fortuna sorprende saber que no son de China, sino que proceden realmente de EE.UU, concretamente de la ciudad de San Francisco. Y sin duda esta ciudad tiene ideas para todo, ya que en uno de sus hoteles mantienen en nómina desde 1935 al “pulidor de monedas” dedicado a lavar todas las monedas que circulan por el hotel para que los huéspedes no se manchen las manos al manipularlas.
Un objeto que sí es verdaderamente de origen chino es el gato de la suerte. Es curioso que en China se le llame "Zhaocai Mao " mientras que si viajas a Japón los llaman los Maneki Neko atraen la suerte de todo el que lo tiene en su hogar o en el lugar de trabajo. Hay varias leyendas entorno a su origen. El más popular es el tricolor: blanco, negro y naranja, con el que se pretende atraer la fortuna en los viajes.
Eso sí, por mucha tradición que tengan seguro que en estos hoteles cápsulas no encontrarás ninguno ya que apenas miden dos metros de largo y un metro y medio de alto. Se encuentra en Osaka, Honshu, Japan. Sin duda, no apto para los que sufren claustrofobia.
Sorprende descubrir lo supersticiosos que son todos los orientales. Por ejemplo, en el código de los vuelos, se evita utilizar el 4, y también en las filas de los asientos. En los hoteles la numeración de las habitaciones se salta el cuatro. Y en una ciudad china incluso han suprimido este número de las matrículas de los coches. También se considera un mal augurio dar un regalo compuesto de cuatro piezas o partes.
Se puede observar cómo el cuarto piso de los edificios suele estar habitado por occidentales. Sin embargo, también tienen un número de la suerte: el 8. No hay más que ver, que si quieres tener tu número de teléfono con este número te costará más caro. [caption id="attachment_2115" align="aligncenter" width="532"]Si eres supersticioso y confías en tus amuletos, no te olvides de echarlos en la maleta de viajes.
A.Pizarro
Fuente: Blog Cien ladrillos, Suite101